martes, 18 de febrero de 2014

El osezno escapista

Os voy a contar la historia de los hijos de Sabina. Nacieron el invierno pasado, pero fueron los últimos en salir de las oseras, ya era casi verano y de repente nos sorprendió Sabina con dos oseznos muy pequeños e inmaduros.


Sabina y oseznos en el parque de El Hosquillo
Los oseznos nacen en enero, en el interior de la cueva donde la osa preñada se encerró para hibernar. Al nacer pesan 350-400 g, son ciegos, casi sin pelo e incapaces de termorregularse. Abren los ojos al mes de edad y caminan antes de cumplir los dos meses. La familia sale del cubil en abril o mayo. Los primeros días permanecen en la boca de la osera, asomándose apenas. Pronto se aventuran al exterior. La osa, sentada o recostada, observa a sus oseznos jugar, y si se alejan unos metros no tarda en ir a buscarlos. Durante este periodo existe mucho contacto físico entre ellos. Después de unos días en el entorno de la osera, abandonan los alrededores de la cueva para comenzar a alimentarse en otros lugares.

Sabina y oseznos en el parque de El Hosquillo
Pero al poco tiempo vimos que los oseznos de Sabina no eran tan indefensos como parecían. Pronto empezaron a hacer un juego muy peligroso. Se escapaban por un pequeño agujero de la parcela donde viven, salían a buscar comida y a jugar. Cual era nuestra sorpresa que al acercarse los monitores con los visitantes a la parcela de los osos, estos dos oseznos estaban subidos a lo alto de enormes árboles comiéndose todos sus frutos. Cuando esto sucedía Sabina, su madre desde dentro de la parcela se ponía muy nerviosa y los llamaba, pero ellos ni caso.


Uno de los días del pasado verano que íba con un grupo a ver a los osos, uno de estos oseznos nos estaba esperando en el parking, y los monitores y los cuidadores se pusieron muy nerviosos, porque veían que el osezno no se asustaba de las personas y esto a la larga puede ser un gran problema…

Cuando los trabajadores del parque vieron que solo lo hacían como un juego, decidieron esperar a que crecieran sin hacer nada, valorando que así al crecer ya no cabrían por el agujero por donde se escapaban, que no alcazaba ni los 20 cm.

El mejor momento para todos fue cuando uno de estos oseznos, bautizado como “el escapista”, nos hizo vivir un instante mágico y especial. Estaba fuera de su parcela y le sorprendió los visitantes, tenía miedo de vernos tan cerca, pero al final se armó de valor y cruzó por dónde estábamos para llegar en pocos segundos al agujero y de nuevo a su parcela con su mamá. 



Ven a conocer con Cuenca Ambiental a Sabina, sus oseznos y a todos mis compañeros de El parque de El Hosquillo.

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