La hibernación es una de las facetas
más populares de la vida de los osos. El inicio depende de factores
meteorológicos, la disponibilidad de alimento y las características
individuales. En general, los machos adultos permanecen activos más tiempo y
salen primero de las cuevas, mientras que las osas preñadas son las primeras en
entrar y las últimas en salir, ya en compañía de su prole.
Antes de hibernar,
los osos pasan por un periodo de hiperfagia y consumen grandes cantidades de alimentos
de elevado valor calórico, incrementando su capa de grasa para la hibernación.
Fisiológicamente, la hibernación de los osos consiste en un estado de dormición
o letargia invernal que hace descender su ritmo cardiaco desde 40-50 hasta unas
10 pulsaciones por minuto, el ritmo respiratorio baja a la mitad y la
temperatura se reduce en 4 ó 5 grados. El oso deja de comer, beber, defecar y
orinar y mantiene las constantes funcionales gracias a la energía proporcionada
por las reservas grasas acumuladas en otoño.
La hibernación viene precedida por
la búsqueda de una cueva y su acondicionamiento con una cama de hierbas y
ramillas.
Para la ubicación de estos refugios, los osos eligen lugares de
vegetación impenetrable y laderas de muy difícil acceso. Los lugares con
agrupaciones de oseras y encames diurnos tienen un especial valor de
conservación y son áreas críticas para la supervivencia del oso.
Los osos son conscientes de su
vulnerabilidad durante la hibernación, y por eso excavan sus oseras o buscan
cuevas naturales en los lugares más abruptos y pendientes de la montaña. Los
parajes que esconden oseras o que reúnen las condiciones para tenerlas, se
consideran como áreas críticas, y deben mantenerse al margen de las actividades
humanas que, por ruidosas y molestas, pueden llegar a perturbar la hibernación
de los osos.
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